17/4/09

Novalis - Himnos a la noche

Novalis - Himnos a la noche

1

Cuál viviente de sensible inteligencia...

Cuál viviente de sensible inteligencia no ama la plena luz entre las apariciones maravillosas del extenso espacio que lo rodea -con sus colores, sus rayos y arcos, su presente suave como día que despierta. Como el alma interior de la vida la respira el mundo gigante de las estrellas incansables, y danzando nada en sus aguas azules- la respira la piedra eternamente quieta y centelleante, la planta sensible y absorbente, y el animal salvaje, ardoroso y multiforme -pero más que todos, el extranjero magnífico de ojos oportunos, de paso gallardo y entrecerrados labios llenos de melodías. Como un rey de la naturaleza terrestre, la luz llama a todas las fuerzas a transformaciones innumerables, anuda y suelta lazos infinitos, ciñe su imagen celeste a cada criatura en la tierra. -Su presencia sola abre el prodigio de los reinos del mundo.Yo me vuelvo hacia la noche secreta, inefable y santa. Allá lejos, el mundo desierto y solitario ocupa su sitio hundido en una fosa profunda. Profunda melancolía sopla en las cuerdas del pecho. Quiero descender en gotas de rocío y mezclarme en la ceniza. -Lejanías del recuerdo, deseos de la juventud, sueños de la infancia, las breves alegrías y esperanzas perentorias de la vida entera y larga, vienen con vestimentas grises, como niebla nocturna que sigue a la puesta de sol. En otros espacios desplegó la luz los toldos alegres. ¿No debería volver a sus hijos que con fe inocente la esperan? ¿Qué es lo que brota y castiga bajo el corazón y traga el aire suave de la melancolía? ¿Te complaces con nosotros, noche oscura? ¿Qué guardas bajo tu manto que con fuerza invisible llega a mi alma? Bálsamo delicioso gotea de tu mano, del manojo de adormideras. Levantas las alas pesadas del espíritu. Sentimos movernos inexpresables y oscuros -veo un rostro grave y sorprendido de alegría, que suave y piadoso se vuelve hacia mí y bajo sus rizos sueltos e interminables muestra la querida juventud de la madre. Qué pobre y simple me parece ahora la luz- qué despedida bendita y feliz del día así que solamente porque la noche te desvía a los servidores, sembraste en las anchuras del espacio las esferas refulgentes que anuncian tu omnipotencia -tu retorno- en los tiempos de tu lejanía. Más celestes que aquellas estrellas relampagueantes nos parecen los ojos infinitos que la noche abrió en nosotros. Ven más lejos que las más pálidas estrellas de aquel ejército innumerable -sin necesidad de la luz miran a través de las profundidades de un espíritu amoroso -que llena un espacio más alto con inefable voluptuosidad. Alabada sea la reina del mundo, la alta mensajera de los mundos sagrados, la cuidadora del amor bienaventurado -te envía a mí- suave amada -querido sol de la noche- estoy en vela -pues yo soy tuyo y mío- me anunciaste la noche para la vida -me hiciste humano- consume mi cuerpo con ardor espiritual, que aéreo me mezclo contigo dentro de mí y eternamente prolongo la noche nupcial.

2

¿Debe retornar siempre la mañana?...

¿Debe retornar siempre la mañana? ¿No tiene fin la fuerza terrestre? Desventurada agitación consume la llegada celeste de la noche. ¿No arderá eternamente la víctima secreta del amor? Medido fue el tiempo a la luz, pero el dominio de la noche no tiene espacio ni tiempo. -Eterna es la duración del reposo, santo reposo-siempre agrada al consagrado de la noche en este día de trabajo terreno. Solamente los torpes te desconocen y no saben de ningún sueño como el de las sombras, el que en aquel crepúsculo de la noche verdadera compasivamente nos envías. No te sienten en el raudal dorado de las uvas -ni en el aceite milagroso del almendro, ni en el jugo marrón de la amapola. No saben que eres quien mueve el pecho suave de la doncella y vuelve cielo al regazo- entras libremente abriendo el cielo de antiguas historias y traes la llave a las habitaciones de los bienaventurados, mensajero callado de infinitos misterios.

3

Un día en que se derramaban amargas mis lágrimas...

Un día en que se derramaban amargas mis lágrimas pues en dolor desatada se disolvía mi esperanza, solitario estaba yo de pie frente a la tumba que en la colina árida ocultaba en el espacio angosto y oscuro la imagen de mi vida -solo como no lo estaba ningún solitario, movido por un miedo inefable- sin fuerza, pensando solamente en la miseria. -Buscaba ayuda a mi alrededor, y no podía ni avanzar ni retroceder, y pendía de la vida fugaz que se apagaba con anhelo infinito:- entonces cayó de la lejanía azul -desde la altura de mi antigua bienaventuranza una tormenta crepuscular- y de una vez rompió el lazo del parto -la cadena de la luz. Volando se disipó la magnificencia terrena y mi pena con ella-fluyó la melancolía a un nuevo mundo insondable -tú, entusiasmo nocturno, sueño celeste, viniste a mí- la comarca se elevó lentamente; sobre la comarca flotaba suelto mi espíritu recién nacido. La tumba en la colina se hizo una nube de polvo -a través de la nube miré los rasgos transfigurados de la amada. En sus ojos descansaba la eternidad- tomé sus manos y las lágrimas fueron una atadura indesgarrable y refulgente. Los milenios se trasladaron hacia la lejanía como borrasca. Lloraba yo en su cuello arrebatadas lágrimas por la nueva vida. -Era el primero y único sueño- sentí desde entonces fe inalterable y eterna en el cielo de la noche y en su luz, la amada.

4

Ahora sé cuándo llegará la última mañana...

Ahora sé cuándo llegará la última mañana -cuando la luz ya no ahuyente la noche ni el amor- cuando el letargo eterno y sólo un sueño inagotable y único sea. Siento en mí el cansancio celeste. -Dilatada y fatigosa me fue la peregrinación al Santo Sepulcro apretando la Cruz. Las ondas de cristal, imperceptibles a los sentidos, brotan del seno oscuro del túmulo, a cuyos pies se quiebra el oleaje terrestre, quien las probó, quien estaba sobre la montaña de los límites del mundo y miró hacia la nueva tierra, en la residencia de la noche- en verdad no retornó al sacudimiento del mundo, al territorio en que mora la luz con eterna intranquilidad.Arriba él se construye chozas, chozas de la paz, anhela y ama, levanta la mirada hasta que la bienvenida de todas las horas lo lleva hasta el manantial -por encima navega lo terrestre rezagado por tormentas, pero lo que se consagró con el toque del amor fluye suelto por trechos ocultos hacia otra comarca donde se mezcla como perfume con los amantes dormidos. Tú despiertas, luz vivida, a los fatigados al trabajo, viertes vida feliz en mí- pero no me desprendes del recuerdo musgoso. Con gusto quiero tocar las manos laboriosas, ver todo alrededor, donde tú me necesitas -elogiar las suntuosidad de tu esplendor- perseguir infatigable tus hermosas obras de artificio -contemplar con gusto el paso exacto de tu reloj poderoso y brillante- penetrar en la proporción de las fuerzas y las reglas del prodigioso juego de incontables espacios y tiempos. Pero mi corazón secreto permanece fiel a la noche y a su hijo, el amor productivo.¿Puedes mostrarme un corazón eternamente leal? ¿Tiene tu sol ojos amistosos que me reconozcan? ¿Toman tus estrellas mi mano que solicita? ¿Me devuelven el suave apretón y la palabra cariñosa? ¿Le has dado a Ella contorno y colores ligeros -o bien dio Ella a tu atavío alta y querida significación? ¿Cuál voluptuosidad, cuál gozo ofrece tu vida, que compensaran los arrebatos de la muerte? ¿No trae el color de la noche todo lo que nos entusiasma? Te trae maternal y le agradeces toda tu magnificencia. Te disiparías en ti misma-te desharías en el espacio sin fin si ella no te sostuviera, te envolviera para que estuvieras tibia, y llameante engendraras el mundo. Yo era en verdad antes de que tú fueras -la madre me mandó con mis hermanos a habitar en el mundo, a curarlo con amor y que fuera un eterno símbolo visible- a plantarlo con flores inmarcesibles. Aún no maduraban esos pensamientos divinos -aún son pocas las huellas de nuestra revelación-. Una vez muestra tu reloj al fin del tiempo, cuando seas como uno de nosotros y llena de anhelo y fervor te apagues y mueras. En mí siento el fin de tu agitación -libertad celeste, venturoso retorno. Con salvajes dolores siento tu lejanía de nuestro hogar, tu resistencia al cielo antiguo y magnífico. Tu furor y tu cólera son en vano. La Cruz se yergue ardiente sin consumirse- bandera triunfal que bendice nuestra estirpe.Subo peregrinoy cada dolora la voluptuosidadserá un aguijón.Aún poco tiempoy desatado estoy,y quedo ebrio en el senodel amor.La vida infinita oscilacon fuerza en mí,desde la altura te miro.En aquella colina se extingue tu brillo-una sombra trae la corona fría. Oh, amada, absórbeme poderosa que puedo dormirme y amar.De la muerte siento el agua que rejuvenece-bálsamo y éter se hace mi sangre. Vivo de día con valor y fe y muero de noche en santo fulgor.

5

Sobre el extenso linaje humano...

Sobre el extenso linaje humano dominaba en otros tiempos un destino férreo con silencioso poder. Un lazo fuerte y oscuro circundaba su alma recelosa. -Infinita era la tierra- residencia de los dioses y patria suya. Desde la eternidad se levantaba su edificio secreto. Sobre la montañas rojas de la mañana, en el seno sagrado del mar habitaba el sol, la vivida luz que todo lo enciende. Un viejo gigante transportaba al mundo venturoso. Bajo las montañas yacían los hijos prístinos de la madre tierra. Impotentes en su furia destructora contra la nueva y magnífica estirpe divina y contra sus familiares, los hombres felices. La profundidad verde y oscura del mar era el regazo de una diosa. En las grutas de cristal holgaba un pueblo opulento. Ríos, árboles, flores y animales tenían sentidos humanos. El vino sabía dulce, escanciado por la juventud plena -un dios en las uvas-una diosa amante y maternal crecía henchida de gavillas doradas- la santa embriaguez del amor servía a la hermosísima esposa divina -una fiesta perdurable y colorida embriagaba la vida de los niños celestes y de los habitantes terrenales como una primavera a través de los siglos-. Todas las especies honraban con sencillez la llama suave y múltiple como lo más elevado del mundo. Sólo había un pensamiento, una pavorosa imagen soñada,que horrible entró a las mesas alegres y cubrió el ánimo de espanto salvaje.Los mismos dioses no sabían palabra algunaque consolara el pecho angustiado, era secreto el sendero de esa hostilidad,ni súplica ni ofrenda sosegaban ese furor;era la muerte que interrumpía el placer y la orgía con miedo y con dolor y con lágrimas.Separado eternamente de todo lo que incita el corazón con voluptuosidad,separado de los amados que en este mundose mueven por el dolor largo y un anhelo vano,apareció el sueño abatido que el muerto conoce,desmayada lucha sólo impuesta a él. Quebrado estaba el arco del gozo en la roca del disgusto infinito.Con espíritu audaz y ardor sensible el hombre embelleció su horripilante máscara-Un suave joven apaga la luz y reposa-suave es el fin como un soplo en el arpa.El recuerdo se derrite en el fresco río de sombras,así cantaba la canción a la triste necesidad.Indescifrable fue la noche eterna, signo grave de una fuerza remota.En el fin se inclinó el mundo viejo. Se marchitó el jardín de delicias de la estirpe joven -hacia el espacio desierto y frío avanzaban hombres precoces y crecientes. Los dioses desaparecieron con su cortejo-La naturaleza quedó solitaria y sin vida. Con una cadena de hierro se ciñó el número árido y la medida estricta. La inconmensurable flor de la vida se desbarató en oscuras palabras como en polvo y en aire.La creencia jurada había huido, y también la de múltiples transformaciones, la fraternal, celeste compañera, la Fantasía. Un viento frío del norte sopló con hostilidad sobre la campiña congelada y la patria maravillosa se disipó en el éter. Las lontananzas del cielo se llenaron de mundos brillantes. Hacia el santuario profundo, hacia el espacio de las entrañas se trasladó el alma del mundo con sus poderes -a imperar allá hasta el principio de la deliberación magnífica del mundo. La luz ya no era la residencia de los dioses ni símbolo del cielo- se cubrieron con el velo de la noche. La noche fue el seno poderoso de la revelación -a él volvían los dioses, dormían para brotar en nuevas formas magníficas sobre el mundo cambiado. En el Pueblo que despreciado por todos fue precoz y a la inocencia venturosa de la juventud había sido ajeno, apareció el mundo nuevo con un rostro nunca antes visto- en la pobreza de la cabana hermosa -Un hijo de la primera virgen y madre- fruto infinito de un abrazo secreto. Los sabios floridos y reprensivos del Oriente reconocieron antes que nadie el principio del tiempo nuevo. Una estrella mostró el camino a la cuna humilde del Rey. En nombre del vasto futuro le tributaron esplendor y perfume, las mayores maravillas de la naturaleza. Solitario se desenvolvía el corazón celeste hacia un cáliz florido de amor todopoderoso -vuelto al alto rostro del padre y tocando el pecho venturoso y severo de la madre grave y amorosa. Con fervor divinizado, los ojos del niño floreciente presagiaron los días futuros a sus amados, los retoños de su raza, sin cuidar del destino de sus días terrenales. Pronto se reunieron los espíritus infantiles del amor interior maravillosamente enternecidos a su alrededor. A su lado germinaba la nueva vida en forma de flores. Las palabras inagotables y felices del mensajero cayeron como chispas de un espíritu divino, desde sus labios amistosos. Desde costas remotas, nacido bajo el cielo claro de la Hélade, llegó un cantor a Palestina y ofrendó su corazón al niño maravilloso:Tú eres el zagal que desde hace mucho tiempoestá sobre nuestras tumbas con pensamientos hondos; señal de consuelo en la oscuridad-comienzo feliz de humanidad elevada.Lo que nos hundió en profunda tristezaahora con suave anhelo nos aleja de aquí.La vida eterna se conoció en la muerte, eres la muerte y nos das la salud.Lleno de felicidad se fue el cantor al Indostán -derramando el corazón ebrio de dulce amor en cantos de fuego bajo ese cielo suave en que mil corazones hacia él se inclinaban, y el mensaje crecía con millares de ramas. Después de que el cantor se despidió, la vida deliciosa fue víctima del hondo derrumbamiento humano-Murió en los años mozos, arrancado del mundo que amaba, de la madre en llanto y de los amigos temblorosos. La boca dulce bebió el cáliz oscuro de las penas inefables -Con miedo horrible se aproximó la hora del nacimiento del mundo nuevo. Luchó con fuerza contra el horror de la vieja muerte. Sobre él pesaba mucho el mundo antiguo. Una vez más miró afectuoso a la madre- entonces llegó la mano liberadora del amor eterno -y él durmió. Durante pocos días cubrió un velo profundo al mar que bramaba y a la tierra trémula- incontables lágrimas lloraban los amantes -Descubierto estaba el secreto- espíritus celestiales levantaron la antiquísima piedra de la tumba oscura. Los ángeles se sentaron alrededor del dormido -de sus sueños construidos levemente- despierto en la nueva magnificencia divina, escaló la altura del mundo recién nacido -sepultó con sus propias manos el viejo cadáver en la cueva abandonada y encima colocó, con manos todopoderosas, la piedra que ninguna fuerza levanta.Tus bienamados lloran lágrimas de alegría, lágrimas de emoción y de infinito agradecimiento a la orilla de tu sepulcro-con alegría y sorpresa te ven resucitar -y a sí mismos contigo; te ven llorar con dulce devoción en el pecho venturoso de la madre y pasear grave con los amigos, decir palabras como arrancadas del árbol de la vida; ven que te apresuras anhelante a los brazos del padre llevando a la humanidad joven y el recipiente inagotable del futuro de oro. La madre te seguía- en triunfo celeste -fue la primera contigo en el nuevo hogar. Transcurrió largo tiempo desde entonces; en perdurable y alto resplandor se agitaba tu nueva creación- y desde los dolores y los martirios, millares fueron hacia ti llenos de ansia, de fe y de fidelidad -peregrinan contigo y con la Virgen celeste en el reino del amor -sirven en el templo de la muerte celeste y son tuyos en la eternidad.Alzada está la piedra-la humanidad ha resucitado-nosotros somos tuyos sin ataduras.La aflicción más amarga huye de tu copa de oro cuando la tierra y la vida se retiran en la Ultima Cena.A los esponsables llama la muerte-las lámparas arden claras-las vírgenes ocupan su sitio, hay suficiente aceite-resuene en la lejanía todavía tu arrebato y nos llamen las estrellas con lengua humana y sonido.Hacia ti, María, se eleva un millar de corazones. En esta vida de sombras te requieren sólo a ti. Con ansiedad esperan convalecer.Acógelos, santa criatura, en tu pecho fiel.Así algunos se consumieronardiendo en tortura amargay huyeron de este mundodirigiéndose a ti,nos pareció que acudían a ayudarnosen el dolor y en la necesidad-ahora vamospara quedarnos eternamente conellos.No llora con dolor a ninguna tumba quien ama con fe. A nadie le robarán la dulce tenencia de amor-para mitigarle la ansiedadla noche lo extasía-fieles niños del cielo cuidan su corazón.Ten confianza, la vida marcha hacia la vida perdurable; dilatada en el interno ardor se transfigura nuestra mente. El universo de estrellas se deslíe en el vino dorado de la vida, lo gozaremos y seremos estrellas.Se dio el amor librementey no hay ya separación.Fluctúa la vida enteracomo mar infinito.Sólo una noche de placer-un poema eterno-el sol nuestroes el rostro de Dios.

6

ANHELO DE LA MUERTE.

Descender al seno de la tierra...

Descender al seno de la tierra,lejos del reino de la luz,el golpe salvaje y el furor dolorososon señal de un viaje feliz.Pronto llegamos en la barca estrechaa la ribera del cielo.Alabada sea la noche eterna, alabado el eterno sueño. El día nos dio calor y la pena larga nos marchitó. No deseamos ya las tierras extranjeras, queremos ir a la casa del padre.Qué debemos hacer en este mundo con nuestra lealtad y nuestro amor. Lo viejo se posterga, qué será pues lo nuevo, ¡oh!, solo y conturbado está quien ardiente y devoto ama el tiempo pasado.El tiempo pasado en que los pensamientosardían claros en llamas elevadas. Los hombres aún reconocían el rostro y la mano del padre. Con alto sentimiento, ingenuamente alguno todavía se asemejó a su imagen primera.El tiempo pasado en que aún brillabanestirpes prístinas y floridas,y los niños pedían para el reino de loscielostortura y muerte.Y cuando aún hablaba el deseo y lavidaalgún corazón estalló en amor.El pasado tiempo en que Dios mismo se daba a conocer en juventud llameantey a la muerte temprana con ansia amorosa consagró su dulce vida.Y miedo y dolor no evitópara sernos más querido.Con recelo y añoranza lo vemos oculto en la noche oscura, en esta temporalidad no se calma la sed. Debemos ir al hogar y ver ese santo tiempo.Detienen nuestro retornolos más amados, que aún reposan.Su tumba cierra nuestro camino de lavida,ahora tenemos dolor y miedo.Nada hay más que buscar-el corazón está saturado -el mundo,vacío.Infinita y secreta nos baña una dulce tormenta, oigo retumbar en las hondas distanciasun eco de nuestra tristeza. Los bienamados también añoran y nos envían el aliento de la nostalgia.Descender hasta la dulce novia, a Jesús, el amado-confiado, el crepúsculo ilumina al amante afligido. Un sueño rompe nuestras ataduras y nos hunde en el regazo del padre.

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